La Medina de Dakar: Fundamental para conocer el auténtico Dakar. En las estrechas y ajetreadas calles del casco antiguo la vida se agolpa a cada paso. El edificio más importante es la Gran Mezquita, pero el auténtico sabor está fuera de sus muros.
Los mercados: Recorrer cualquier mercado de Senegal es un desafío a los sentidos. La vista, el oído y el olfato pueden llegar a saturarse. Sobre todo este último, porque a la acumulación de aromas se une el olfato que hay que desarrollar para hacerse un maestro del regateo y conseguir buenos precios. En Dakar encontrarás dos de los mejores mercados de África Occidental, el “Marché Kermel”, especializado en comida (atención a los mariscos, las frutas y las hortalizas frescas) y el “Marché des HLM”, donde encontrarás todo tipo de telas al gusto africano, esto es, en vivos colores.
El Monumento del Renacimiento Africano: Un colosal monumento construido en 2010 y dedicado a la liberación de África de los colonizadores europeos y al final de la esclavitud.
Pointe des Almadies. Si eres aficionado al surf o, simplemente te gusta contemplar cómo estos deportistas cabalgan sobre las olas, acércate hasta la península de las Almadies. La temporada alta para su práctica es de noviembre a mayo.
El Lago Rosa: Uno de los fenómenos naturales más curiosos del país. Se trata de un enorme pero poco profundo lago de aguas cálidas que contiene grandes cantidades de sal. Esta característica y la presencia de un tipo de alga especial hacen posible su extraño color y que, como ocurre en el Mar Muerto, puedas flotar tanto que podrías dormirte sobre sus aguas sin ahogarte.
La isla de Gorée: Ubicada a 2 kilómetros del puerto de Dakar, una pequeña travesía en barco (de no más de 30 minutos) nos lleva hasta ella. Su atractivo principal es la Casa de los Esclavos, Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1978. Se trata de una antigua edificación que fue utilizada como almacén de esclavos. Es posible visitar las celdas y el punto de distribución. Se hace difícil romper el silencio que normalmente inunda las estancias. Imaginar los horrores que allí se vivieron es una experiencia que te invitará a reflexionar y a honrar la memoria de tantos millones de personas.
Delta del Salou. Uno de los paisajes naturales más impresionantes del país. En su variado ecosistema es posible avistar multitud de especies animales. El respeto por el entorno de los habitantes de esta zona hace que también podamos visitar auténticas aldeas de pescadores senegaleses.
Petite Côte: Curiosamente, los senegaleses llaman “Pequeña Costa” a una zona al sur de Dakar que se extiende durante unos 150 kilómetros. Aquí encontrarás playas de ensueño donde, lo más probable, es que tú seas el único humano que pisa su fina arena.
Sant Louis: Esta ciudad, la más antigua de la costa occidental africana, fue la capital de Senegal desde 1872 hasta 1957. Sus habitantes la conocen como “La Ville” y un paseo entre sus edificios coloniales y coloridos balcones te darán una pista sobre la importancia cultural de esta ciudad-isla. Importancia que reconoció la UNESCO al incluirla en la lista de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. Comienza tu recorrido en el edificio del Syndicat d’Initiative of Saint Louis, frente al puente, y sigue la bonita ruta urbana que está indicada.
Guet N’Dar: En una zona conocida como Langue de Barbarie encontramos este pueblo pesquero, donde podrás contemplar cómo los pescadores llegan con sus capturas mientras las mujeres secan y ahúman el pescado en la playa. Además, es un espectáculo ver los cientos de embarcaciones de vivos colores que siempre están en reparación junto al mar.
Isla de Carabane: Una isla sin coches en donde es posible escuchar el silencio. Este paradisiaco remanso de paz se encuentra en el extremo sur del país, en el estuario del río Casamance, y en realidad es un banco de arena cubierto de palmeras, cocoteros, baobabs, mangos, mangles y otras frondosas especies vegetales.